Rotondas

  Llevo tiempo imaginando que camino sin rumbo en una carretera. No se puede decir que esté completamente sola, ya que mucha gente pasa por aquí.

  La mayoría de personas pasan en coche, normalmente en grupos de familia y amigos. Recuerdo que yo también iba antes en uno, hasta que decidí seguir sola. Pasa alguna que otra persona más andando, pero las pierdo de vista en cuanto comienzo a caminar en círculos en otra de las rotondas, en las que termino haciendo espirales porque realmente en medio no hay nada que esquivar. De esto solo me doy cuento cuando estoy en lo más profundo de ella. Entonces veo que podría haber seguido andando recto, pero no lo he hecho. En ese momento, decido salir de ahí y continuar, sin parar de mirar la hora y con prisas, intentando recuperar el tiempo perdido que he gastado sin avanzar.

  Tú eres una de las personas a las que he visto pasar por aquí más de una vez. En ocasiones te encuentro andando solo, como yo, hasta que vuelves a desaparecer. No sé si tú también imaginas rotondas ni el motivo por el que estás aquí pero, si te vuelvo a encontrar, quiero acercarme a ti y caminar a tu lado. Necesito hablar. Sí, necesito perder el tiempo hablando en lugar de imaginando rotondas. Si hace falta, pararé todos los relojes y, con ellos, el tiempo. Eso o, por lo menos, intentaré que no me importe restarle un poco de espacio al proyecto por el cual estoy andando. Aunque esto lo veo difícil, ya que fue el motivo por el que me bajé un día del coche en el que viajaba, y en ese coche había personas a las que, he de admitir, echo de menos.

  De todas formas, el grupo en el que iba ya se ha disuelto. Lo sé porque cuando llueve mi madre llega con un coche diferente al que conocía, para ofrecerme subir o, por lo menos, un paraguas. Yo siempre le digo que no. A veces incluso ni me paro a contestar y sigo andando, porque no hay tiempo que perder. Entonces ella se vuelve a ir, sola.

  Luego vuelvo a darme cuenta de lo estúpida que puedo llegar a ser, ya que veo cómo a lo lejos se empieza a formar otra de mis espirales, que el coche de mi madre atraviesa sin disminuir lo más mínimo la velocidad, y yo, al llegar, me vuelvo a perder. Será por esta forma que tengo de hacer las cosas, siempre tan testaruda, que al final voy llegando a los sitios a los que tenía intención de llegar, y también por la que no te he dicho, aún, que te quiero.

  Mientras sigo caminando, intentaré buscar un hueco en mi agenda que coincida con el momento en el que te vuelva a ver pasar por aquí, porque creo que ir a buscarte no me lo puedo permitir. Así que espero que pases pronto y que, cuando llegues, no esté distraída ni deje pasar de nuevo la oportunidad, sonriéndote o fingiendo que no te he visto, que es lo que suelo hacer cuando pasas por mi lado.

  Hoy ha vuelto a llover. Esta vez no ha venido nadie porque, al parecer, solo ha llovido en mis ojos. Un pensamiento me ha vuelto a arrastrar de nuevo en círculos, planteándome preguntas a las que intento contestar. Buscando respuestas, me he terminado hundiendo en mí misma. Juro que esta vez he luchado más que nunca por mantenerme fuerte pero, cuando mi monstruo llega, dejo de ver las cosas con claridad, si es que alguna vez lo hago. Me han empezado a pesar las piernas, he cerrado los ojos, apretado los puños y escuchando el ruido de todo lo que me atormenta, he seguido moviéndome. No sé si en círculos, en línea recta o en el sitio, solo sé que he conseguido no pararme.




                                                   

Madrugada del 19 de octubre de 2016

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Nublado

Tres sentidos