Primero

Abre la puerta y                                                   
cierra el ojo 
de la gaviota
estampada en tu
corral.

Y cuando graznen las
hojas tira de la
cuerda y saca
la tormenta tempestuosa 
de tu nariz. Y donde
quien ahí ría
las sumisas carcajadas
que sea cielo
en el umbral de las 
cosechas.

Qué cante un grillo
desesperado
tratando de armonizar
el ruido del silencio
de cuando amanece.

Que se hunde aquel
que no respira y 
lanza al adiós las
manos de su madre, 
que siembran el jardín
de zanahorias envueltas
en sartén. 

De las corazas de los
montes escribo la palabra que
escuchas cuando 
no oyes el susurro del
viento.

Y no gritas aunque lo
creas. Ojalá 
gritases porque no
te veo. Y
lejos, muy lejos
se encuentra el
arcoíris que enfatiza
nuestro canto.

No bebas.

No oigas.

Llora, como quieras, donde
quieras. Sin pensar que
una vez, fuiste
un niño que
corría
entre la maleza.

Que en estos valles
no hay salpicaduras ni
rastros de lo que
fuiste
ayer.

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